¿Qué decir del pasado fin de semana? Por fin era el momento de mis churritas de venir a visitar Manchester. Sabía que iba a ser bueno pero era mejor no poner el listón muy alto (por si acasooo). No obstante, superó todas nuestras expectativas con creces.
La espera en el aeropuerto se me hizo eterna. Sé que solo salieron una media hora más tarde pero no podía aguantar para verlas después de dos meses sin hacerlo. Pensaréis que no es mucho, pero como me dijo Teresa M: "desde primero de infantil nunca habíamos estado tanto tiempo sin estar juntas".
Por fin cogimos el tren, con unas ganas locas de empezar a cenar y prepararnos para salir a lo grande. Pero antes que nada, había que pasar por "el control" de la puerta de mi residencia -imaginaos a siete chicas, seis de ellas con maletas, entrando a la vez-, sin problemas al final. Subimos, y lo primero que dicen todas es que en el pasillo de fuera olía a "sopa de cebolla", que será porque llevo ya aquí tiempo pero vamos, que a mi no me olía a nada.
Una vez ya en el piso y tras dejar las maletas nos empezamos a preparar y a hacer la cena. Había que ir de tres en tres a cambiarse, mi habitación era una locura, y otra eran las pizzas, que tenían que ir de dos en dos. Así que, cómo no, había que ir comiendo poquito a poco, todo esto mientras hinchábamos los dos colchones donde algunas de ellas iban a dormir.
¡Y comienza la fiesta! Esperábamos ser unos veinte, y los fuimos. Tocaba beber ginebra, aunque mis queridas Mónica y Teresa se cogieron unos buenos Riojas. ¿El problema? No teníamos abre-botellas pero cuando ya conseguimos abrirlas y ya estábamos bebiendo veo que algo flota en el vino... ¡un palillo de la coreana! Total,que bebíamos, nos lo pasábamos bien, no había más que risas, y ya decidimos salir. Íbamos en un estado mmm digámoslo así, "gracioso". Por fin llegamos a la discoteca y allí fue una locura, cada una por un lado, pérdidas de dni, intentos de "saltos" al río, caídas por un suelo demasiado "resbaladizo" -y no tanto-, y sobre todo diversión, muuuucha diversión.
Volvemos a casa, pasando cómo no por el McDonnald's - sé que siempre te acordarás de ese "sándwich de fuego" Cristina- y lo primero que ocurre al llegar, a las 4.30 de la mañana, es que la alarma suena. De verdad, ¿a las 4.30 de la mañana? ¿qué narices hace la gente? En fin, no comments. Nos esperaba un día intenso al día siguiente de turisteo y tocaba dormir, así que cada una a sus puestos - cuatro en el salón, que parecía un camping- y a intentar descansar.
Ya el sábado duchas por turnos, iba para largo, pero salimos hacia las 12, lo cual, aunque no lo creáis, para ser siete chicas, haber salido el día anterior y haber estado tan..."alegres", no está nada mal. Y qué deciros, andamos, nos pusimos al día, y como estábamos las siete no podía ser de otra forma que pasárnoslo bien, hablar de nuestro "trend topic" - lo echaba de menos- y hacer tonterías varias.
Por la tarde era necesario descansar así que relativamente pronto nos fuimos para la resi, nos tiramos en los colchones y alguna que otra se durmió (¡menuda juventud! :P). Pero por la noche había que salir aunque fuera un poco, y fuimos a un barrio que podemos calificar como bohemio. Por fin encontramos un pub y nos pedimos, como buenas españolas, unas cervezas. Sin embargo, poco a poco algunas personas nos iban mirando y ahí es cuando me di cuenta de que, no entiendo por qué, los ingleses consideran que las mujeres que beben rubias son lesbianas. Empezamos con la coña hasta que un hombre se acerca y nos pregunta que si era un local gay. ¡De locos! Total, que seguimos bebiendo y otros se nos acercan diciendo algo así como "hermano pollo" - vamos, eso entendimos tras diez veces que lo repitieron-, y uno de ellos, muy "amable" él, iba con tal cogorza que nos invitó a chupitos, pero tras muchas risas el tío ya se pasó y pasó de tener gracia, aunque al menos ya nos echaban del bar - a la 1 de la mañana gente, ¡aprovechad en España!.
Solo nos quedaba el domingo ya. Aprovechamos a hacernos muchas fotos y a ver el mercado navideño. Mmm el mercado navideño, lleno de delicias, dulces, chocolate, crêpes... el paraíso. Y tras comer en un restaurante de comida basura no se nos ocurre otra cosa que ir a saborear estas exquisiteces. ¿Qué pasó? Que al final no podíamos ni ver la comida. Eso sí, ¡menuda crêpe! jajaja
Poco y mucho más que contar. Nos despedimos en el aeropuerto y allí yo lloré, mucho. Finalmente decir que por supuesto, las sigo echando de menos, a cada una de ellas -en ningún momento he dejado de hacerlo- y que las quiero mucho, porque Teresa, Teresa, Cristina, Isabel, Mónica y Cristina hacen que mi vida sea mejor, incluso estando a 2000 km. Y por último darles las gracias, porque han hecho que el último fin de semana sea el más maravilloso que he pasado desde que estoy de Erasmus.